Durante una época de mi infancia practiqué el futbol
americano; un deporte duro, con entrenamiento rígido y con una exigencia física
sin igual (los golpes dan cuenta de ello). Siempre visualice el futbol
americano como un deporte de equipo en el que sobresalía como principal virtud
la disciplina. Hoy empiezo a visualizarlo de una manera diferente.
Mi hijo de 10 años juega futbol americano y eso me ha
permitido ver este deporte desde otro ángulo, visualizarlo de manera muy
diferente como lo había hecho hasta hoy. Ahora descubro que ese deporte lleva
intrínseca una importante filosofía que podría decirse militar; cada jugador es
una pieza clave en este ajedrez deportivo, al grado que un error individual se
convierte sin remedio en un gran problema colectivo. Algunos historiadores
sostienen que el antecedente de este deporte se encuentra en el Harpatstum cuya misión además de entretener, llevaba
como principal objetivo mantener en forma física a los soldados en tiempos de
paz junto con su espíritu aguerrido. Cabe agregar que esta práctica era
sumamente violenta muy ad hoc a los canones romanos.
La estructura de un equipo de
futbol americano es muy semejante a una pirámide corporativa. El entrenador sería
el responsable de la empresa, el mariscal de campo el responsable de ejecutar
la estrategia flanqueada por una bolsa de protección que podría asemejarse a un
comité de dirección. También hay tipos
duros para los proyectos difíciles y un equipo defensivo encargado del
competidor… insisto…la semejanza es mucha, de ahí la importancia de su formación.
Estoy muy orgulloso de la manera
en que mi hijo asume su rol en el futbol americano y de la manera en que se
involucra como parte importante del equipo; su empeño, su tesón y su gran
corazón en el terreno de juego tiene sus recompensas, pues además de haber
ganado el campeonato ha sembrado en tierra fértil filosofía y valores que lo
acompañarán toda la vida. De eso estoy seguro.
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